Sicario, atado y visiblemente asustado, confesó que había sido “levantado” en Durango para trabajar para el Grupo Flechas, aliado de La Mayiza
La guerra entre grupos del crimen organizado en México no es un fenómeno reciente, pero su evolución es cada vez más brutal. En el último capítulo de esta escalada, la violencia que emerge entre Los Chapitos y La Mayiza sigue arrasando con vidas y forzando a ciudadanos comunes a involucrarse en conflictos que ni siquiera comprenden en su totalidad.
El 9 de septiembre marcó un nuevo hito en el enfrentamiento entre estos cárteles, que no solo afecta a Sinaloa, sino que ha arrastrado a Durango al conflicto, con relatos alarmantes de secuestros forzados y amenazas de muerte para reclutar combatientes. Testimonios obtenidos en interrogatorios grabados revelan la angustia de aquellos que, lejos de querer ser parte de estas organizaciones, se ven obligados a unirse bajo amenazas ineludibles.
La confesión que sacudió a Durango y Sinaloa
En uno de los videos más recientes, un presunto sicario, atado y visiblemente asustado, confesó que había sido “levantado” en Durango para trabajar para el Grupo Flechas, aliado de La Mayiza, quienes buscan extender su dominio en una lucha encarnizada contra Los Chapitos. Las palabras del hombre capturado son perturbadoras: “Nos están trayendo a la fuerza. Nadie quiere trabajar, le tienen miedo a La Chapiza”, declaró el hombre, haciendo referencia al temor que infunde el grupo rival.
Este testimonio no es el único; las redes sociales se han inundado de videos, audios y publicaciones que exponen cómo ambos bandos acusan al otro de ser los responsables de asesinatos, extorsiones y desapariciones en la región. A medida que crece la disputa, también lo hace el sufrimiento de las familias, quienes lidian con el miedo de que sus hijos, hermanos o padres sean los siguientes en ser secuestrados para pelear en una guerra que no les pertenece.
La guerra que escaló desapariciones en Sinaloa y Durango
El colectivo Sabuesos Guerreras, dedicado a la búsqueda de desaparecidos en Culiacán, informó recientemente que, tras la captura de Ismael “El Mayo” Zambada, los reportes de desapariciones se han disparado. En solo dos meses, han registrado 278 desapariciones, un alarmante incremento de casos. Los rumores sobre traiciones internas y cambios de poder dentro de los cárteles han llevado a una situación de gran inestabilidad, en la que los familiares de los desaparecidos esperan cada día noticias de sus seres queridos.
En Durango, la situación también comienza a escalar. A pesar de que el número de desapariciones es más bajo que en Sinaloa, la Fiscalía General del Estado ha reportado casos de personas que han desaparecido tras visitar Mazatlán, posiblemente víctimas de las mismas redes de reclutamiento forzado. Las autoridades trabajan a contrarreloj, aunque la presión sobre el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, sigue en aumento ante rumores de presunta complicidad con grupos del crimen organizado.
En su relato, el presunto miembro del Grupo Flechas explicó que los jóvenes son atraídos bajo falsas promesas de dinero y poder, aunque la realidad es otra. Según su testimonio, solo aquellos que sobreviven tres meses en la organización logran recibir un pago, que se estima en apenas 15 mil pesos, una cifra irrisoria ante el riesgo de muerte que enfrentan a diario. Con nombres de líderes criminales como "El Flechas" o "El Avestruz", estos cabecillas extienden su control mediante la intimidación y la violencia, creando un ambiente de terror y sometimiento.
Para estos jóvenes y sus familias, la violencia ya no es solo una amenaza en sus comunidades; se ha convertido en un enemigo que literalmente los secuestra y obliga a ser parte de la guerra. Las promesas de cambio, protección y justicia se disuelven ante la dura realidad del crimen organizado, que sigue expandiendo sus tentáculos en Durango, Sinaloa y otras partes de México, haciendo que el sufrimiento de las familias y la incertidumbre persistan.
Colusión y corrupción: ¿quién los protege?
La escalada de violencia en Sinaloa y Durango también deja al descubierto posibles redes de colusión entre el crimen organizado y las autoridades. Mientras los ciudadanos exigen justicia y protección, la sombra de la corrupción continúa siendo una carga constante. Se ha mencionado el nombre del gobernador Rubén Rocha Moya en rumores de supuestos vínculos con Los Chapitos, pero hasta el momento no se han presentado pruebas concluyentes.
Sin embargo, esta situación crea una narrativa difícil de ignorar: la desconfianza en las instituciones sigue en aumento, mientras los cárteles parecen operar con impunidad y la ciudadanía queda atrapada entre dos fuegos.