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Balacera en la Garita, Preventivos Vs Sicarios del Cartel de Sinaloa, un Policía levantó del chaleco a "El Kalín" lugarteniente del Chapo y lo ejecutó frente a reporteros

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Enfrentamientos armados en la vía pública, exhibiciones macabras de cuerpos humanos torturados y mutilados, violencia, impunidad, inseguridad, un pueblo atrapado entre el miedo y el horror. El estado de Guerrero vive una guerra abierta entre grupos de la delincuencia, hoy fragmentados en células o minicárteles, que antes eran parte de uno solo, dominante: el cartel de Sinaloa.

Este escenario se percibe hoy con cotidianidad, pero la extrema violencia y la actuación con tintes terroristas por parte del crimen organizado, tuvieron una fecha y lugar de inicio: el 27 de enero de 2006, en el puerto de Acapulco.

El reportero José Antonio Sánchez, quien vivió este evento en carne propia, lo definió como “el inicio de una guerra”, en una crónica que, según relata, ningún medio se atrevió a publicar.

De hecho, la balacera en La Garita fue transmitida en vivo por diversas estaciones de radio que en ese momento se enlazaron vía telefónica con reporteros que estaban presentes en el lugar.

El tableteo de las armas usadas por policías y sicarios fue escuchado en tiempo real por miles de radioescuchas, en Acapulco y Chilpancingo. Aquí, Alejandro Mendoza Pastrana, quien entonces tenía un espacio en Radio Capital, pedía a Francisco Zorroza que se cuidara mientras éste narraba con asombro y angustia los acontecimientos.

Hoy, podría decirse que casos como ese son cotidianos para los guerrerenses.

Infierno en Acapulco:

“El 27 de enero, un viernes por cierto fue

en el puerto de Acapulco esto vino a suceder

en la colonia Garita, un viernes casi a las tres

una horrible balacera, debemos de recordarlo

la Policía Preventiva contra grupos de sicarios

dejando saldo de muerte y heridos, ¿cómo olvidarlo?”

Este es un extracto de “Viernes negro en La Garita”, corrido de Los Valente, uno de las dos canciones que se han escrito inspiradas en estos hechos.

El viernes 27 de enero de 2006, el puerto de Acapulco tuvo una mañana tranquila. El cielo despejado y la temperatura cálida de este destino turístico predominaban.

El enfrentamiento armado entre elementos de la Policía Preventiva y sicarios del crimen organizado rompería la tranquilidad de ese día, poco después de las 2 de la tarde, y desencadenaría una vorágine de violencia que se ha extendido en Guerrero a lo largo de casi 14 años.

Los periodistas Misael Habana y Gustavo Castillo, del periódico La Jornada, recogieron la versión de los testigos en el lugar del tiroteo. Su relato contradice a la versión oficial difundida por la Procuraduría General de la República (PGR).

A continuación se reproduce de manera íntegra un extracto de la nota publicada por La Jornada, que resume la versión de los testigos.

“(…) dos camionetas Jeep Liberty (…) se desplazaban a alta velocidad desde el acceso norte de la ciudad rumbo al centro. Aparentemente, una unidad (…) perseguía a la otra (…). Ambos vehículos eran perseguidos por una patrulla de la policía municipal (…). El enfrentamiento se produjo en La Garita donde, de manera aún no esclarecida, uno de los vehículos de los sicarios se incendió, lo que obligó a sus ocupantes a descender envueltos en llamas, circunstancia que fue aprovechada, no se sabe si por la policía o por sus rivales, o por ambos, para abatirlos. Los tres cayeron en torno del vehículo”. Un cuarto sicario habría sido abatido junto a un puesto de revistas.

La versión oficial difundida por la Dirección de Comunicación Social de la PGR dista mucho del relato de los testigos.

Según la PGR, el enfrentamiento ocurrió porque los policías municipales le marcaron el alto a una camioneta Liberty sospechosa. Supuestamente, los ocupantes del vehículo abrieron fuego contra los policías, quienes se vieron obligados a responder la agresión.

Minutos antes de las nueve de la noche de ese día, el delegado de la PGR en Guerrero, José Martín Godoy Castro, ofreció una conferencia conjunta con el entonces gobernador, Zeferino Torreblanca Galindo; el procurador de justicia del estado, Eduardo Murueta Urrutia, y el secretario de Seguridad Pública local, Heriberto Salinas Altés, hoy asesor en materia de seguridad del alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre.

En la conferencia identificaron a tres de los sicarios muertos como Israel Alejandro Hernández López, Humberto El Kalín Cortés Álvarez y Agustín Vázquez.

La Jornada documentó versiones extraoficiales de la policía, las cuales indican que El Kalín era personero de Joaquín Guzmán Loera. Entre sus pertenencias se encontraron 70 mil dólares y una ficha de depósito del banco HSBC por 200 mil pesos.

Godoy Castro informó que además fueron detenidos William Castillo Moreno, Eusebio Hilario Martínez y Víctor Hugo Sánchez Palacios, quienes fueron enviados a los separos de la Policía Investigadora Ministerial.

En el sitio del enfrentamiento se recogieron cinco rifles AK-47 y dos AR-15, además de dos granadas de fragmentación útiles que no estallaron. Eran las armas de los sicarios muertos.

Fue una masacre

En el tiroteo murieron cuatro pistoleros del Cártel de Sinaloa al servicio de Joaquín Guzmán Loera, alias ‘El Chapo’, quien en ese entonces mantenía una alianza estratégica con otro narcotraficante sinaloense: Arturo Beltrán Leyva, quien caería muerto durante un cruento enfrentamiento con marinos en Cuernavaca, Morelos, en diciembre de 2009.

Según el portal de noticias ‘Dossier Político’, lo ocurrido en La Garita hace casi 14 años no fue un enfrentamiento, sino de una ejecución perpetrada por los agentes de la Secretaría de Protección y Vialidad del gobierno municipal de Acapulco, que entonces era encabezado por Félix Salgado Macedonio, quien tenía menos de 2 meses como alcalde del puerto.

Este hecho habría sido documentado en cuatro videos, en los que se escucha una orden: “¡Mátenlo!”. Aunque las autoridades insistieron en que había sido un enfrentamiento.

En uno de esos videos se ve el momento en que un policía con casco blanco, de espalda a la cámara, le dispara en dos ocasiones a la cabeza a un delincuente herido que está tendido sobre el asfalto. El policía que perpetró esta ejecución extrajudicial fue Mario Núñez Magaña, comandante del Grupo Especial Relámpago.

Semanas después, la madrugada del 20 de abril, la cabeza de Núñez y la de un oficial tamaulipeco aparecieron a unos cuantos metros del sitio de la ejecución. Junto a las cabezas decapitadas, se encontró una cartulina que decía: “Para que aprendan a respetar”. Estas serían también las primeras decapitaciones, transformadas en macabros mensajes, por parte de los grupos criminales, que cada vez son más crueles e incluso ahora descuartizan los cuerpos de sus adversarios.

El cuerpo del comandante fue envuelto en plásticos. Cuando los médicos forenses lo examinaron, se encontraron con una lista de 23 nombres de policías y civiles y una amenaza directa contra ellos: “Estos son los que siguen”. La sentencia estaba dictada. El grupo criminal de Sinaloa ajustaría cuentas con los policías.

En los cuatro videos de la balacera en La Garita, que suman casi 24 minutos de grabación y otras 66 tomas congeladas, quedó documentado que los sicarios muertos ni siquiera alcanzaron a empuñar sus armas cuando fueron acribillados por los policías municipales.

Los videos mostraron que los policías preventivos alteraron la escena de los hechos, movieron los cuerpos de los muertos para poder comprobar ante las autoridades judiciales que ahí había habido un enfrentamiento y no ejecuciones extrajudiciales.

Además cometieron actos de rapiña. Se ve el momento en que algunos policías hurgan en los cuerpos buscando cadenas que pudieran traer colgadas al cuello.

En las imágenes se observa que los preventivos no hicieron nada por impedir que el cuerpo de uno de los delincuentes se carbonizara con las llamas de una camioneta que estalló cuando le dispararon al tanque de gasolina. El fuego del cadáver lo apagó un bombero con la felpa de su gabardina amarilla.

 “La Garita de la muerte, así le dice la gente

por tantos hechos sangrientos que se han dado muy frecuentes

matar en ese lugar le ha gustado a los delincuentes.

El 27 de enero hubo una gran balacera

cuatro narcos murieron de forma sangrienta y fea

a granadas sorprendieron y quemaron una camioneta nueva”

* “La Garita de la muerte”, corrido del grupo ‘100% treinteños’

El enfrentamiento en La Garita entre Policías Preventivos y pistoleros del cártel de Sinaloa (o masacre, según los testigos), ocurrido el 27 de enero de 2006, abrió las puertas del infierno.

En el tiroteo los policías asesinaron a Humberto Cortés Álvarez, alias ‘El Kalín’, lugarteniente de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa.

En ese entonces, ‘El Chapo’ estaba aliado con el grupo delictivo de los hermanos Beltrán Leyva.

Este bloque del narcotráfico desató una ola de violencia nunca antes vista después de estos hechos con ‘Los Pelones’. Comenzó una guerra contra el Cartel de Tamaulipas y ‘Los Zetas’, su brazo armado. ‘El Chapo’ y los Beltrán Leyva dictaron sentencia de muerte contra todos aquellos que habían traicionado a esa organización.

El primero en caer fue Mario Núñez Magaña, comandante del Grupo Especial Relámpago. Su cabeza decapitada apareció cerca de La Garita, junto con la del oficial Alberto Ibarra Velázquez, con una cartulina que decía: “Para que aprendan a respetar”.

Con su cuerpo envuelto en plástico se halló una lista que contenía 23 nombres, las siguientes víctimas del Cártel de Sinaloa.

En esa lista presuntamente estaban los nombres de los 15 policías que participaron en el enfrentamiento del 27 de enero. Tras la amenaza de muerte, los policías dejaron de asistir a laborar.

En la lista también aparecía el nombre de Genaro García Jaimes, quien presentó su renuncia al cargo como director de Seguridad Pública al entonces alcalde perredista Félix Salgado Macedonio, inmediatamente después del tiroteo y desde entonces se guarda en secreto el lugar de su residencia.

“Andan dolidos los cuervos, con la sangre muy caliente,

quieren vengar al Kalín, esa es la orden del jefe,

voy a enseñarle al gobierno a respetar a mi gente.

Que les corten la cabeza, aunque sea cruel la noticia,

ya renunciaron al puesto pero aquí están en la lista,

no escaparán a mi muerte, ahí los veré en La Garita.

No tiemble mi comandante, hay que morirse de frente,

el 27 de enero la quiso hacer de valiente,

aquí le traigo un saludo del Kalin y de su gente”

* ‘El Kalín’, corrido de “Los profetas del Norte”

Una guerra con tintes terroristas había comenzado. Por primera vez, la ciudadanía atestiguaría ejecuciones, balaceras en la vía pública y macabros montajes con cuerpos mutilados. El horror del narco inundó las calles de Acapulco y de Guerrero; la violencia se hizo pública y cada vez fue más extrema.

El entonces titular de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), Eduardo Murueta Urrutia, reconoció que los asesinatos perpetrados en Acapulco y Zihuatanejo tenían “un alto grado de dificultad”.

Tres meses después del enfrentamiento en La Garita, el procurador realizó una declaración ante los medios de comunicación en la que reconoció que la PGJE “no estaba preparada para ese tipo de hechos” y que quienes los cometían “ya tenían experiencia al haber participado en otros estados”, según documenta la periodista Magdalena Cisneros, en una nota publicada el 27 de abril de 2006 por el periódico El Sur.

“No contábamos con este tipo de acontecimientos tan determinantes, de una delincuencia más organizada”, argumentó entonces Murueta Urrutia.

Para entonces ya habían salido a la luz los videos que desmentían la versión de un enfrentamiento entre policías y sicarios, y que en cambio, dejaban de manifiesto que se trató de ejecuciones extrajudiciales.

Al respecto, el procurador de Justicia declaró que se había integrado una averiguación previa por el homicidio de los narcotraficantes y que en ella se vería si los policías preventivos habían incurrido en alguna responsabilidad, o si habían actuado en legítima defensa.

– ¿Están investigando la posibilidad de que lo ocurrido en La Garita se haya tratado de ejecuciones?, le preguntaron los reporteros al procurador Eduardo Murueta Urrutia.

– “No lo descartamos, ¿por qué vamos a descartarlo? Nosotros vamos simplemente a investigarla, claro que esos detalles hay que verlos con mucho detenimiento”, respondió.

En abril de 2006, el entonces secretario general del Gobierno de Guerrero, Armando Chavarría Barrera, declaró ante los medios de comunicación que las ejecuciones y decapitaciones eran “un mensaje evidente de una venganza del crimen organizado”.

Según documenta el reportero José Antonio Sánchez en su crónica El inicio de una guerra, escrita en 2014, las causas de la narcoviolencia estaban sentadas desde el año 2005, cuando hubo cambio de gobernador.

En ese entonces, el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, socio principal de Guzmán Loera, vivía en Acapulco con su familia, en un lujoso búngalo del hotel Las Brisas.

Ahí, trascendió, el capo se habría reunido frecuentemente con funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR), de la PGJE y con altos funcionarios del gobierno estatal, a quienes habría comprado para mantener el control de ciudades estratégicas para la operación del grupo delictivo, como Zihuatanejo, Acapulco, Chilpancingo, Iguala y Ometepec.

En las elecciones de gobernador del 2005, ganó la gubernatura cobijado por el Partido de la Revolución Democrática el empresario Zeferino Torreblanca Galindo. Meses después, el sol azteca ganaría 40 alcaldías, entre ellas las más importantes de Guerrero con excepción de Chilpancingo, y la mayoría en el Congreso del Estado por primera vez en la historia.

“El equilibrio y status político en el estado estaba roto”, afirma el reportero José Antonio Sánchez, quien de esta manera especula que los cambios políticos influyeron en el estallamiento de la narcoguerra que hoy, a casi 14 años de distancia, se ha extendido a todo el territorio guerrerense.

“El Chapo” Guzmán ya no tenía seguro el control de la plaza. El descontrol político, asegura Sánchez, “provocó la amenaza de ejecución de gente relevante en Guerrero. Esas amenazas fueron cumplidas y el primer ejecutado fue el empresario discotequero y presidente de la Oficina de Convenciones y Visitantes de Acapulco (OCVA), Alexis Iglesias Aragón, y seis meses después, Rubén Robles Catalán, ex secretario de gobierno durante el período de Rubén Figueroa Alcocer”, documenta el reportero en su crónica.

La coyuntura política derivada de las elecciones del 2005, según plantea el periodista, habría sido aprovechada por Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo y de su grupo armado ‘Los Zetas’, para tratar de apoderarse de la plaza en Acapulco.

Para ello, habría hecho alianzas con funcionarios del recién estrenado ayuntamiento de Acapulco, entonces encabezado por el perredista Félix Salgado Macedonio.

Por su parte, Arturo Beltrán Leyva contaba con sus viejos aliados insertados en el gobierno estatal, con quienes habría conformado un grupo de choque para enfrentar a ‘Los Zetas’ y al grupo de la Policía Preventiva de Acapulco, que estaría bajo el mando de Genaro García, un aliado del narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén.

“Por esa rivalidad, Judiciales y Preventivos se enfrentarían a muerte en varias ocasiones. Los ataques a las comandancias de la judicial en la Zapata y de la Preventiva en Renacimiento lo prueban”, afirma el periodista José Antonio Sánchez.

Desde su perspectiva, el enfrentamiento del 27 de enero de 2006 en La Garita fue resultado de esa rivalidad, y con ello habría comenzado la narcoguerra en Guerrero.

Desde entonces, la violencia no se ha detenido. Levantones masivos, ejecuciones, cuerpos mutilados, fosas clandestinas y tiroteos en la vía pública son hechos cotidianos en la entidad.

Actualmente, el puerto de Acapulco figura como la ciudad más violenta del país y como la cuarta más peligrosa a nivel mundial.

El otrora poderoso cartel de Sinaloa se fragmentó en el puerto y en el resto del estado, y de hecho varios de ellos son adversarios entre sí, como ocurre con el caso de ‘Guerreros Unidos’ y ‘Los Rojos’.

Según el actual secretario de Seguridad Pública Estatal, Pedro Almazán Cervantes, en Guerrero operan cuatro grupos importantes del crimen organizado: el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), los ‘Guerreros Unidos’ (GU), ‘Los Rojos’ y ‘La Familia Michoacana’.

Según el sacerdote Gregorio López Gerónimo, párroco de la Diócesis de Apatzingán, Michoacán, y fundador de la autodefensa en ese municipio, también el cártel de ‘Los Viagra’ habría entrado recientemente a Guerrero y mantendría operaciones en la región Sierra.

A casi 14 años del inicio de la narcoguerra, el panorama no parece mejorar en Guerrero y el clima de violencia e inseguridad se recrudece.

 

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