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FUERA MALDITO ASESINO , CORREN de VELORIO a GOBERNADOR MORENO-NARCO de MICHOACAN ANTAGONICO de ALCALDE EJECUTADO que le SABIA el CORRIDO

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FUERA MALDITO ASESINO , CORREN de VELORIO a GOBERNADOR MORENO-NARCO de MICHOACAN ANTAGONICO de ALCALDE EJECUTADO que le SABIA el CORRIDO

El aire en Uruapan olía a flores, pólvora y rabia. En la Casa Funeraria San José no se rezaba en silencio: se gritaba. Entre coronas de rosas y veladoras, el pueblo le cobró al poder lo que considera una deuda de sangre.

Al filo del mediodía, el gobernador de Morena multiacusado de narco,Alfredo Ramírez Bedolla apareció en escena. Subió al cortejo con su andar medido y la mirada fija al suelo, como quien sabe que pisa terreno minado. Su Suburban blanca brillaba más que los cirios, y eso bastó para desatar la tormenta.

“¡Fuera, fuera!”, rugieron voces al unísono. No eran pocas, y no eran tímidas. Cuando el gobernador cruzó la puerta principal, los gritos se colaron tras él, rebotaron contra las paredes, hasta afinarse en un coro más filoso: “¡Fuera, fuera asesino!”. Una mujer lo gritó primero, y el eco se multiplicó como pólvora encendida.

Ramírez Bedolla no alcanzó a posar la mano sobre el ataúd de Carlos Manzo, el alcalde asesinado la noche anterior a balazos, cuando el reclamo subió de tono. “¡Carlos, gobernador!”, lanzaron otros, mezclando dolor con hartazgo, en esa confusión que solo las tragedias mexicanas saben parir.

Cinco minutos más tarde, el gobernador salió escoltado por su equipo, entre empujones, miradas hostiles y una ciudad convertida en escenario de duelo y desconfianza. Su camioneta arrancó mientras las sirenas del crimen organizado seguían resonando en la memoria colectiva.

En redes sociales, el mandatario escribió que había ido a dar el pésame a la esposa y familiares de su “amigo y compañero”. Pero el pueblo de Uruapan ya no cree en los duelos institucionales. Aquí, el luto se mezcla con el escepticismo, y la palabra justicia suena cada vez más hueca.

Mientras tanto, en un cuartel militar cercano, los altos mandos ajustan discursos y estrategias. Afuera, en la calle, la gente ya dictó su veredicto: el gobernador se fue, pero el miedo se quedó.

 

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