Sicarios del Cártel de Sinaloa dejan a pie a agentes de la Guardia Nacional que iban vestidos de civiles
El robo de autos en Sinaloa ha alcanzado niveles que ya ni la Guardia Nacional se salva: criminales despojaron de una camioneta a tres elementos en la laguna de Canachi, al sur de Culiacán, mientras estaban de civiles, y huyeron hacia el norte como si nada, mientras la autoridad sigue contando robos,mas de 7 mil 189 despojos que contando soldado de uniforme y de civil, suena a burla, una cachetada con guante blanco tanto para las víctimas como para los “guardianes de la ley».
Robos a la Guardia Nacional
La surrealidad es absoluta: ni la banda de “servir y proteger” está exenta de los desplantes de los cárteles. El despojo a los guardias nacionales es solo la embajada de la impunidad, disfrazada de película de acción. No eran cualquier fulano: la Guardia Nacional, el supuesto muro de contención de la delincuencia, ahora se suma a la ya larga lista de “damnificados” por los cacos sinaloenses.
Un Huracán de Robos
El carro robado con violencia aquí es moneda de uso corriente: el promedio diario ronda entre 14 a 20 vehículos desaparecidos por arte de mafia. El museo del robo va desde los modelos de lujo, Suburbans para que quepa pucho sicario , hasta las camionetas de funcionarios como la de ex Secretario de Salud estatal.
Hasta los Funcionarios Caen
La “burguesía política” tampoco se escapa. Diputados, secretarios y alcaldes han tenido que ver sus camionetas desaparecer del mapa: Sergio Torres Félix (diputado y exalcalde), Estrella Palacios (alcaldesa), Patricia Figueroa (subsecretaria), Karina Márquez (comisionada) y Octavio Bastidas (alcalde de San Ignacio) y hasta un hipnotista han sido asaltados por los mismos grupos que se supone deberían combatir. Absurdo y tragicómico, el pulso de la impunidad nunca baja.
¿Por qué resulta una cachetada?
Decir que los delincuentes “huyeron al norte” con el botín no solo es un desplante, es como lanzar una carcajada sin remordimiento sobre los restos de la legalidad. El Estado, ausente, termina siendo el último en la fila… de víctimas. El ciclo de asaltos convierte cualquier cifra oficial en simple dato de museo, porque el próximo podría ser el mismo que elaboró el reporte.
La irreverencia no es gratuita: cuando los guardianes terminan robados, la confianza pública es la primera víctima, y el “¡Agárrenlos!” se convierte en chiste local. La violencia sigue su ruta, y mientras los criminales burlan retenes, la seguridad en Sinaloa parece un espejismo burlón.