El jefe de El primito que quiso quebrarse a Harfuch
Nemesio Oseguera Cervantes, alias «El Mencho», acaba de coronarse como el nuevo zar de la cocaína gringa y al parecer trae a medio mundo del narco bailando al ritmo que él toca. The Wall Street Journal soltó la bomba: el jefe del CJNG se trepó al trono, rebasando al legendario Cártel de Sinaloa, que hoy anda partido en dos bandos —los nenes de “El Mayo” y los juniors de “Los Chapitos”.
El escondite estilo Rambo
El Mencho, de 59 años, que pa’variar quiso «quebrar a Harfuch» por bandido igual que ellos (video posterior al ataque) ,no vive precisamente en un penthouse de lujo, sino escondido en lo más recio de la Sierra Madre Occidental.
Para llegar a él hay que jugarle al campo minado versión mexicana, y todavía falta lidiar con su escolta —un club privado de sicarios que cargan RPG-7 como si fueran pistolas de feria. Estos artefactos no solo tumban camionetas blindadas, hasta un tanque o helicópteros como el que se llevo de corbata en 2015.
El negocio de la raya… y la gasolina
Sí, la cocaína es el platillo principal, pero el CJNG también se atasca con el huachicol. Según el WSJ, hasta un tercio de la gasolina que se vende en México es contrabandeada, y quien maneja ese changarro es Iván Cazarín Molina, alias “El Tanque”. El apodo no es de lujo: cuando se trata de ordeñar ductos, el señor parece ingeniero de Pemex, pero con el doble de cinismo.
El pacto con los herederos de El Chapo
La jugada maestra de «El Mencho» fue dejar de pelear para mejor hacer business. En diciembre se sentó con la gente de Iván Archivaldo Guzmán —uno de los Chapitos— y ahí pactaron: CJNG pone en la mesa armas y sicarios, y los de Sinaloa abren sus rutas y sus túneles fronterizos hacia Estados Unidos. Antes, los jaliscienses tenían que pagar como si fueran turistas sacando visa; ahora viajan first class en las autopistas subterráneas del Chapo.
El tablero del narco versión 2025
Mientras el Cártel de Sinaloa anda fracturado en pleitos de herencia, El Mencho le dio la vuelta y ahora controla las venas de cocaína que irrigan a Estados Unidos. Un país que cada año consume toneladas de polvo blanco y que, sin querer queriendo, acaba engordando las cuentas de banqueros y lavadores de medio planeta.
Un capo encerrado en la sierra, protegido por RPGs, haciendo negocios con los hijos del Chapo y ordeñando a Pemex: el guion suena a narcoserie, pero el WSJ lo cuenta como realidad.