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Les guste o no murió de un "infarto", la maestra levantada por Sicarios, apuntada por sus armas y encontrada muerta

- 20:11:00


Les guste o no murió de un "infarto", la maestra levantada por Sicarios, apuntada por sus armas y encontrada muerta

Hay momentos en la historia pública de una nación en los que las palabras pronunciadas desde el poder no solo resultan insuficientes: se tornan hirientes, reveladoras, profundamente indignas. En Veracruz, la muerte de Irma Hernández —maestra jubilada, taxista por necesidad, ciudadana sin protección— no fue únicamente un hecho trágico; fue una sentencia dictada por la indiferencia institucional y ejecutada por la descomposición social que hemos dejado proliferar como cáncer impune aliado del gobierno.

Ante ese hecho brutal, lo que ofreció la voz de la Gobernadora Rocío Nahle fue más que una explicación médica: fue un intento de literalizar el cuerpo para despojarlo de su dimensión política, una operación lingüística orientada a diluir la responsabilidad y bordear la verdad con la frialdad de lo técnico. “Murió de un infarto”, nos dice, como si el corazón roto de una mujer sometida a violencia no palpitara también con el ritmo de la injusticia que la oprime.

Más preocupante aún es el tono castigador, beligerante, con que se juzga a quienes han osado hacer del dolor social una pregunta pública. Se invoca la ética como pretexto para la omisión, se apela al respeto mientras se niega la dignidad, y se atribuye a los medios una supuesta conspiración coreografiada, como si el número de muertos pudiera resolverse con silencios pactados.

Pero el lenguaje —ese que revela tanto como oculta— dejó ver algo más profundo: una postura de poder que ha trocado la empatía en cálculo político, la responsabilidad en retórica autocomplaciente, y la indignación legítima en ruido molesto. Se exige respeto a la investidura, pero no se honra con acciones que la justifiquen.

La gobernadora no está obligada a dramatizar ni a reaccionar con teatralidad. Pero sí está obligada —ética y políticamente— a no recubrir de tecnicismos lo que grita dolor en cada esquina. A no velar en metáforas la violencia que todos los días cobra vidas bajo su jurisdicción. A no adueñarse de un lenguaje que pertenece, antes que a quienes gobiernan, a quienes han sido violentados, silenciados, desaparecidos.

El corazón de Irma Hernández dejó de latir en un país que no protegió su derecho a vivir. Y ese infarto que hoy se pretende invocar como coartada institucional, en realidad sintetiza la crisis moral de un estado que se desentiende de sus muertos mientras reclama grandeza en su administración.

La verdadera grandeza no está en las cifras, ni en los discursos defensivos, ni en la descalificación de la prensa. Está en asumir con decoro y compasión el peso de las vidas arrebatadas, y no disfrazar su ausencia con argumentaciones que son más bien silencios disfrazados de explicación.

Vamos “palabra por palabra, frase por frase”, desenmascarando el discurso de la gobernadora Rocío Nahle García en su justa dimensión:

1. “Es de miserables hacer escándalo con este homicidio”

Respuesta:

No, Gobernadora. Lo miserable es encubrir lo que fue claramente un asesinato como si se tratara de una muerte natural. Miserable es negar la intencionalidad criminal de un acto sistemático de terror empleado por una mafia que opera impunemente. Llamar a la indignación social “escándalo” es desestimar el dolor colectivo y blindar la negligencia oficial.

2. “La maestra fue violentada y después desgraciadamente padeció un infarto, les guste o no”

Respuesta:

No es semántica, es responsabilidad. La causa médica de la muerte (infarto) no niega la existencia de causas criminales anteriores. Si un terrorista tortura a una víctima y esta muere de un paro cardíaco, sigue siendo asesinato. Utilizar ese tecnicismo para diluir la responsabilidad del delito es una estrategia cobarde y deshonesta.

Además, ese “les guste o no” revela una actitud autoritaria y soberbia, indigna de quien debe representar a las víctimas.

3. “Yo no me detengo de trabajar, si hubo un homicidio doloso en Veracruz y 48 en el país…”

Respuesta:

Compararse con el promedio nacional no es consuelo cuando el crimen marca con sangre a tu territorio y ni siquiera reconozcas el contexto completo. La violencia no es estadística: tiene nombre, rostro, historia. Irma no fue “una cifra más”, fue una maestra, una madre, una ciudadana abandonada a su suerte.

4. Acusación a medios de “nado sincronizado”

Respuesta:

No es conspiración mediática, es periodismo. Las y los reporteros que cubren estos hechos no están “nadando sincronizados”, están haciendo lo que el Estado rehúye: poner nombres, reconstruir contextos criminales, exigir verdad. Si hay primeras planas es porque hay impunidad e indignación generalizada.

5. “No voy a hacer escarnio, no es ético hablar más del caso”

Respuesta:

Lo que no es ético es minimizar el caso para blindar políticamente al Gobierno, mientras se expone a la víctima a una doble victimización: primero por los criminales y luego por el descrédito institucional. Hablar con verdad y respeto sobre Irma no es escarnio, es justicia narrativa.

El fondo: una muerte en medio de la extorsión generalizada

Irma fue obligada —bajo amenaza— a aparecer en un video para reforzar el control criminal sobre los taxistas. Esto no fue un caso aislado ni un crimen pasional: fue un mensaje mafioso. La responsabilidad política y moral recae en quien gobierna sin garantizar condiciones mínimas de seguridad.

Enfrentar esta realidad con tecnicismos clínicos es una forma de encubrir el miedo institucional ante los grupos que realmente controlan regiones enteras del estado.

¿Cuál debe ser el lugar de este tipo de declaraciones?

Rocío Nahle no está “dando la cara”: está disfrazando los hechos, criminalizando la indignación y reduciendo la tragedia a una molestia política. Su lugar no es el atril del poder blindado por eufemismos y excusas. Su lugar real, si fuera coherente con la investidura que presume, sería del lado de las víctimas, exigiendo justicia con ellos y no maquillando verdades para “proteger la imagen” de la administración.

 

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