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Las ocho vidas de Aureliano Guzmán

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Las ocho vidas de Aureliano Guzmán

Entre las 11:50 y 11:58 de la mañana, del 8 de julio de 2024, Luis Rivera Ochoa, El R-8, se enfrentó a la decisión más importante de su vida: seguir corriendo por la Sierra Madre Occidental o rendirse. Lo primero implicaba que los militares que lo perseguían a él y a su jefe –Aureliano Guzmán Loera–, se cansaran y los dos huyeran ilesos del operativo. Pero también era probable que los alcanzaran juntos, debido a los pasos lentos del capo octogenario, el hermano mayor de El Chapo.

Lo segundo, rendirse, lo condenaba definitivamente a ser encarcelado y probablemente extraditado a Estados Unidos, pero tenía un beneficio entre manos: entregarse le regalaría tiempo valioso al narcotraficante –conocido por su alias El Guano, un alto mando en el Cártel de Sinaloa que por años permaneció fuera del radar de las autoridades– para esconderse y evadir definitivamente la emboscada.

Tuvo ocho minutos para decidir, según el parte militar al que DOMINGA tuvo acceso que detalla la celada en el verano de 2024. Unos 480 segundos que corrieron a partir de que El R-8 vio a los militares moverse entre los cerros de Tamazula de Victoria, Durango, y supo que sus opciones se habían reducido: arriesgarse a una doble huida con probabilidad de doble detención o parar la marcha y salvar a su jefe.

Entonces, Rivera Ochoa hizo lo que se espera de un jefe de seguridad: dejó de correr. Lo mismo habría dado prenderse fuego o darse un tiro en la sien. En los hechos, se sacrificó para que los militares perdieran minutos valiosos en su aseguramiento y que su “principal” –el hombre al que debe cuidar con su vida– pudiera refugiarse en una zona segura. Así que levantó los brazos y dejó que los militares lo esposaran, arrojando su vida a una probable cadena perpetua.

Metros más adelante, hacia el monte, El Guano se salvó, otra vez, de ser detenido, convirtiendo su nombre y alias en leyenda.

El Guano y El Chapo, los dos hermanos más famosos del narco

Aureliano Guzmán Loera, El Guano, es el último de los viejos capos. El sobreviviente de una generación de caídos en desgracia: asesinados, abatidos, encarcelados. The last man standing en una carrera que ofrece tantas probabilidades de una vejez digna, como la de un minero o un bombero.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos registra tres fechas de nacimiento, así que puede tener 79, 80 u 81 años. Pero se mueve con la agilidad de un adolescente por la Sierra Madre Occidental, su lugar seguro en el mundo. Sólo en Tamazula de Victoria, Durango, su última ubicación conocida, los militares cuentan que tiene cientos de pistoleros que usan las montañas como torres de vigilancia, cargan chalecos tácticos y ropa de camuflaje para parecerse a un ejército formal y armado con rifles Barrett 50, fusiles AK-47, drones explosivos, vehículos blindados y ponchallantas para frenar el paso de cualquiera.

Aunque su cabeza vale cinco millones de dólares ofrecidos por la DEA, y sus vecinos son campesinos pobres que viven al día, ninguno se atrevería a delatarlo: El Guano es tan temido como respetado desde que corrió aquella versión en 2015 de que ordenó asesinar a su propio medio hermano, Ernesto Guzmán Hidalgo, por una disputa intrascendente como un lío de faldas.

Los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional lo perfilan como el hermano más parecido a Joaquín entre los demás Guzmán Loera: Armida, Bernarda, Miguel Ángel, Arturo y Emilio. No sólo se parecen físicamente, en complexión y altura, sino en la ambición. Joaquín pretendía construir una federación de narcotraficantes que él encabezaría, mientras que Aureliano pretendía ser el jefe de la federación en el máximo mercado de drogas del mundo, Estados Unidos.

Si Joaquín Guzmán ponía la mirada en nuevos campos para producir marihuana en Baja California, Aureliano tenía listos los laboratorios de heroína en Durango; Joaquín pensaba en Asia para expandir su imperio criminal y Aureliano quería conquistar toda América del Norte. El Chapo se alió con El Mayo, El Mini Lic, El Güero, jefes del narcotráfico en Sinaloa; El Guano, en cambio, tejió alianzas con El Batman, El Lupe, El Compa, es decir, los hermanos Salgueiro Nevárez, capitanes del crimen en Chihuahua y estados aledaños.

Aunque les separan unos 11, 12 o 13 años, los hermanos más famosos de la familia Guzmán Loera fueron siempre dos lados opuestos de la misma moneda, excepto porque al más joven le atraía la fama, el reconocimiento, su nombre en los noticieros. Y El Guano, acaso por viejo y experimentado, se mantuvo en la sombra por años hasta que su importancia en el organigrama criminal ya no se pudo disimular

Bien pudieron ser gemelos. En sus perfiles se les delinea como dominantes, territoriales, celosos hasta de su propia sombra. Un evento ilustra bien esa personalidad de Aureliano Guzmán Loera: el día del funeral de su madre, doña Consuelo Loera, tomó la batuta de las exequias y ordenó resguardar con hombres armados el perímetro de la comunidad de La Tuna en Badiraguato, Sinaloa. Nadie entraba ni salía sin su autorización, especialmente Los Chapitos, a quienes su tío dejó fuera de la despedida.

Los militares que se mantuvieron al filo de la comunidad, por respeto a la familia Guzmán Loera, cuentan que de los árboles colgaban mantas en las que se leía: “Respeten nuestro duelo y respetaremos sus vidas”. Aureliano Guzmán Loera estaba dispuesto a matar, incluso, en el funeral de la matriarca para dar un golpe de autoridad.

“¿Cuántas veces ha escapado El Guano a un operativo militar?”, le pregunto al coronel retirado que tengo enfrente, que aceptó esta entrevista pero pide resguardar su identidad, en su casa en una de las zonas más exclusivas del Estado de México, y su respuesta es hurgar entre los papeles de su despacho.

Al volver me muestra una carpeta que no puedo copiar ni fotografiar. Sólo tengo unos minutos para memorizar tantos datos como pueda y luego volcarlos en mi libreta. “Ocho”, exclamo para confirmar que he contado bien, aunque de prisa, cada una de esas emboscadas militares contra el hermano mayor de la familia criminal que fundó el Cártel de Sinaloa. El coronel asiente.

“Pasamos años sin saber que Aureliano era un tipo con responsabilidades altas en el cártel. Me imagino que fue porque el Chapo lo protegía, lo veía como su padre al ser su hermano mayor. Acuérdate que en 2004 mataron a otro hermano, Arturo, El Pollo, y la familia se reagrupó y se protegió mucho”, dice el coronel.

​​El primer intento por detenerlo ocurrió en 2011, el año en que El Chapo apareció por tercer año consecutivo en la revista Forbes como uno de los grandes multimillonarios del mundo. Y el último intento –hasta el fin del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador– fue en julio de 2024, cuando El R-8 se sacrificó y entregó a las autoridades. En total, fueron 14 años de vivir a salto de mata con un marcador avasallador: El Guano 8 , el gobierno federal 0.

“En honor a la verdad, muchas de estas operaciones fueron fortuitas. Íbamos tras alguien importante del Cártel de Sinaloa y resultó que era El Guano. Ya encarrerados quisimos detenerlo, pero su base social es muy fuerte y no se logró”, cuenta el coronel en retiro refiriéndose a un operativo de 2014, que se lanzó en Santiago Papasquiaro, Durango. Una celada que tomó cuatro meses organizar con ayuda de la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA.

Tenían hombres por tierra y aire, seguros de que una casa modesta con un portón negro y dorado era la guarida de alguien importante de la familia Guzmán Loera. Los militares cumplieron a cabalidad con el protocolo: les tomó 12 minutos llegar hasta ese pequeño rancho y rodear entradas y salidas. Cuando irrumpieron encontraron café tibio, algunas migajas en los platos, ropa aún con olor a detergente, doblada en los armarios. Todo indicaba que era la morada del Guano, así como las evidencias de que su grupo de vigilantes se había adelantado a los militares, al menos, 30 minutos.

Los militares quisieron bloquear los caminos del pueblo, pero se encontraron a una turba enardecida porque los vehículos militares, supuestamente, habían invadido propiedad privada. Les tomó otros 30 minutos calmar a la gente, que ya estaba lista para lincharlos con palos y cubetas con gasolina. Cuando, por fin, la tranquilidad volvió al pueblo, El Guano se había convertido, otra vez, en un capo inalcanzable.

Hay un poco de alivio en la voz del general en retiro cuando narra aquel operativo fallido. Le pregunto por ese atisbo de duda en su tono de voz y él sonríe como quien está por hacer una confesión.

“Hubiéramos tenido que 'sembrarle' algo. Droga, armas, algo. Nos hubiéramos arriesgado a eso, porque, la verdad, no llegamos con una orden de aprehensión. Tal vez en el último operativo [de 2024] sí tenían mandamiento de un juez, pero nosotros fuimos así, a ver si lo pescábamos”, cuenta el veterano.

Aureliano Guzmán Loera logró pasar desapercibido por años. Incluso, hoy no se conoce públicamente que tenga una orden de aprehensión por parte de la Fiscalía General de la República; sólo se sabe que es uno de los hombres más buscados por el Departamento de Estado de Estados Unidos que lo acusa, junto a sus cómplices, de ser responsable “de más de 63 por ciento de las 96 mil 779 muertes por sobredosis de drogas en Estados Unidos entre marzo de 2020 y 2021” debido a los envíos de toneladas de fentanilo.

Tiene pendientes dos acusaciones en Arizona: una de 2019 por cargos relacionados con una conspiración para distribuir fentanilo, heroína y cocaína, y otro de 2020, en el mismo estado, por la distribución internacional de marihuana, cocaína, heroína y metanfetamina. Las acusaciones bastan para ponerlo en una celda de por vida. O, si es juzgado como terrorista, incluso tumbarlo en una cama para una inyección letal.

Pero el tiempo avanza y no lo hace a favor de las autoridades mexicanas ni estadounidenses: cada día que pasa, El Guano está más cerca de morir en libertad que de vivir en una prisión.

Hoy, ocupa el lugar en la historia criminal mexicana que dejó vacante El Mayo Zambada desde el 25 de julio de 2024, cuando fue llevado con engaños a Estados Unidos: el del capo anciano que jamás fue detenido. La mayoría en México pensaba que ese peldaño en la historia criminal sería para Ismael Zambada García y, por ahora, lo ocupa Aureliano Guzmán Loera. Y ocupa también un segundo lugar privilegiado: el líder que nadie vio apoderarse de la estructura del Cártel de Sinaloa después de la extradición de su hermano en enero de 2017.

Desde lejos, en la sierra, mientras sus sobrinos Los Chapitos se pelean con La Mayiza por el control del cártel, el hijo mayor de Emilio Guzmán Bustillos y María Consuelo Loera comenzó a formar su propio brazo armado, El Cártel del Guano o La Gente del Guano, que estuviera listo para entrar a la batalla una vez que los dos principales grupos disidentes se debilitaran por una larga lucha entre ellos.

Ese momento parece ser ahora, a casi 250 días de la llamada “guerra en Sinaloa”, cuando Los Chapitos y La Mayiza se encuentran diezmados, agotados y han perdido financiadores clave, mientras giran la mirada al norte, donde sus principales líderes están enfrascados en una batalla judicial por ver quien agrada más al Tío Sam contando los secretos de décadas como criminales aliados del poder político mexicano.

Las siglas GDG corresponden a "Gente del Guano" como se hacen llamar los subordinados de Aureliano Guzmán Loera | Redes Sociales

El Cártel del Guano ha surgido con fuerza como una tercera vía. Los videos en redes sociales así lo demuestran: fuera de Culiacán, al sur y norte de Sinaloa, se pasean los comandos con las siglas GDG en lugares donde antes reinaba Iván Archivaldo Guzmán o Ismael Zambada Sicairos. Y donde antes se creían los feudos del “Chapo Isidro” –el otro sinaloense que igual apodan Chapo y quiere quedarse con el Cártel de Sinaloa– también se observan sicarios disparar al aire y gritar el nombre de ese octogenario que se aferra a su lugar en el mapa criminal.

El Guano quiere hacer lo impensable: en la era de los narcojuniors y los jefes de plaza de generación zeta, coronarse a los 80 años como el jefe máximo del cártel más infame de México.

 

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