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Cuando hace unos cuatro meses el cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se hizo con el control de todo Aguililla, los vecinos cuentan que su municipio se transformó en un campo de batalla.
"Al entrar el CJNG se hizo una guerra en el pueblo y, después de correr a sus rivales (los miembros de Carteles Unidos), se hizo una cacería durante semanas en las que vimos asesinados en las calles y casas quemadas como parte de esa 'limpia' que decían hacer para borrar al otro grupo", recuerda Gilberto Vergara, párroco en Aguililla.
"Y la población quedó en el medio", dice.
La situación, sin embargo, no es nueva para los pobladores de este municipio mexicano que se ha convertido desde hace tiempo, muy a su pesar, en epicentro de la violencia en el estado de Michoacán y de la lucha entre carteles por conquistar su territorio.
"En los últimos diez años se habrá desplazado a tres carteles y, cada vez, se monta una revuelta en el pueblo. Cuando sacan a uno, otro quiere meterse. Es un cuento de nunca acabar", le cuenta resignado un residente de Aguililla vía telefónica a BBC Mundo.Sin querer revelar su identidad por temor a represalias, este vecino relata cómo las balaceras se han convertido en un elemento casi cotidiano en la zona. "Ayer empezó a las 12:00 del día y cuando me acosté a las 2:00 de la madrugada, aún se oían las detonaciones", dice.
Para miles de sus vecinos, el infierno que viven a diario no les dejó más alternativa que huir de sus propios hogares tras quedar enclavados en medio de lo que describen como una auténtica zona de guerra.
Rocío Bedolla, doctora en Aguililla, recuerda como su peor experiencia cuando un hombre armado entró al centro de salud en el que trabaja y comenzó un intercambio de disparos contra otros hombres que lo perseguían y esperaban fuera.
"Soportamos el tiroteo durante 25 minutos. Estábamos tirados en el piso, con la cabeza cubierta con las manos. Eso me dejó traumada y es lo que más me ha marcado la vida", le cuenta a BBC Mundo.
La médica recuerda que tres personas que no tenían nada que ver con el enfrentamiento entre carteles murieron, entre ellas un enfermero que fue a auxiliar a un herido.
"Requería cirugía y estuvimos llamando a la ambulancia aérea, pero no contestaron. Tampoco las ambulancias terrestres quieren venir para acá, así que nos quedamos con los heridos", dice.
Dos años después de ser escenario de una balacera, el centro de salud de Aguililla aún conserva los múltiples impactos de bala recibidos.
Balaceras y bloqueo
El bloqueo de la principal carretera que une Aguililla con Apatzingán es de hecho una de las consecuencias más dramáticas del enfrentamiento entre carteles para la población, que quedó prácticamente atrapada en el municipio desde que la situación empeoró en los últimos meses.
Cerca de la entrada a Aguililla se ubica un retén armado del CJNG para tratar de impedir la entrada del grupo rival. Algo más lejos se encuentra otro filtro de sus rivales de Carteles Unidos, a los que los vecinos acusan de impedir la entrada de víveres al pueblo para presionar al cartel dominante, pero que también repercute en la población que no tiene nada que ver con ellos.
Esta asfixia hacia los vecinos se ha traducido ya incluso en muertes. "No podemos sacar a los pacientes graves. Aquí no podemos atender urgencias y ya se han muerto al menos un niño y dos adultos tras esperar dos o tres horas en el filtro y que no los dejaran pasar a la ciudad", denuncia la doctora Bedolla.
Ante la dificultad de introducir alimentos y medicamentos a Aguililla por los retenes y las numerosas zanjas cavadas, el sacerdote Gregorio López lidera desde su fundación El Buen Samaritano, en la vecina Apatzingán, el envío de víveres a Aguililla y el refugio en albergues de cientos de vecinos desplazados del pueblo
Más conocido como "padre Goyo", el religioso intenta hacer llegar al pueblo unas mil despensas cada semana, generalmente con apoyo del Ejército para hacerse paso por la carretera.
La entrega de víveres debe realizarse con resguardo del Ejército.
La entrega de ayuda humanitaria a Aguililla debe realizarse con resguardo del Ejército.
"Pero hace unos ocho días pedimos que nos escoltaran, y en cambio nunca salieron del cuartel de Apatzingán. En uno de los retenes, Los Viagras dijeron: 'Víveres, ni un kilo. La gente de Aguililla que se muera de hambre'. Y eso es lo que quieren", le dice a BBC Mundo.
"Prácticamente, estamos secuestrados aquí en el pueblo", resume uno de los vecinos, quien no duda al calificar la situación como una "crisis humanitaria".
Este bloqueo de la carretera principal a Apatzingán hace que un viaje de unos 90 minutos desde Aguililla se alargue hasta seis o siete horas al tener que buscar vías alternativas como caminos de tierra abiertos entre las montañas.
"Como tiene que trasladarse por caminos terribles, muchos víveres nos llegan al pueblo más caros o hasta en mal estado. Pero tampoco estamos en la hambruna o la escasez absoluta", aclara el párroco local Gilberto Vergara.