El gobernador estaba inquieto. Una duda, en medio de la ola de violencia que aquejaba y aún hoy sacude a su estado, no lo dejaba dormir. La ocasión le vino a la medida cuando se reunió con autoridades federales de seguridad.
–Ayúdeme, por favor —expuso ante el agente—. ¿Cómo puedo saber si el secretario de Seguridad Pública de Reynosa está limpio, si no está trabajando para el narco?
El funcionario abrió su computadora y le mostró un archivo con un dato contundente. Número de policías en Reynosa: 250. A lo que antepuso otro registro, el del cálculo de integrantes de Los Zetas solo en Tamaulipas: 3 mil.
—Eso responde su pregunta.
Esta anécdota, que no corresponde al gobierno actual de aquel estado, es la puerta a un debate sobre cuál es, sin rollos, el problema de hacer eficiente el combate a las bandas del tráfico de drogas: números o estrategias. En el primer asunto hay que considerar sí las cifras de efectivos en el combate, pero también de los presupuestos asignados a esa tarea.
Algunas comparaciones que tienen bien definidas las autoridades federales pueden servir para plantear, en primer lugar, la dimensión del problema. La Policía Federal, por ejemplo, tiene una plantilla de 40 mil agentes y su presupuesto para 2018 será de unos 16 mil millones de pesos para todas sus necesidades. El Buró Federal de Investigaciones cuenta con 35 mil integrantes, 11 mil de ellos en tareas operativas en Estados Unidos y otros países, pero se le asigna solo para tareas de combate al ciberdelito e inteligencia en esa área, es decir, equipo, una buena parte de los 19 mil millones de dólares que reparte el Capitolio a sus agencias de seguridad.
Si se atiende que en la PF hay unos 5 mil agentes menos que en el sexenio de Felipe Calderón, se puede decir que en número es igual la fuerza de esa corporación con la del FBI. Sin embargo, la diferencia en recursos es inmensa, no se diga en equipo y adiestramiento.
Por eso no hay una sola respuesta para la incógnita de si el problema de la inseguridad es de número de efectivos o de recursos, pues la realidad de cada punto de violencia es distinta. Acaso en la Reynosa de 250 policías se pueda pensar que un incremento en la matrícula equilibre la lucha, pero qué pasa en el resto del país.
El asunto va para largo porque ninguno de los aspirantes presidenciales, por cierto, habla al respecto en términos concretos.