Por ejemplo, un arma de grueso calibre con cacha de oro e incrustaciones de diamantes y esmeraldas, que perteneció a Amado Carrillo Fuentes, conocido como El Señor de los cielos, y que le incautaron las autoridades a Joaquín El Chapo Guzmán en Guatemala.
El Museo de Enervantes [también conocido como museo del narco], inaugurado en 1985, nació como un centro de capacitación para los miembros del Ejército y más recientemente un lugar donde los estudiantes de carreras afines pueden visitarlo, previa cita.
10 pequeñas salas sintetizan lo que ha sido el combate al narcotráfico y los múltiples recursos de los que se vale el crimen organizado para cultivar, procesar y traficar la droga.
Una exhibición donde las piezas que más acaparan la atención son las que pertenecieron a los narcotraficantes más conocidos.
Rastros del poder y del dinero convertidos en monedas de oro, cubiertas de celulares que pertenecieron a Benjamín Arellano Félix, o una costosa montura con incrustaciones de plata, incautada a IgnacioNacho Coronel Villareal dos meses antes de su muerte.
Aunque de manera breve, el museo también hace hincapié en lo que se ha llamado la cultura del narco. La música y sus aficiones entremezcladas con las figuras que muchos de ellos veneran: la Santa Muerte y Jesús Malverde, conocido como el santo y patrono de los narcotraficantes.
Son las huellas dejadas, luego de una persecución o una captura. Muy distintas a las que se consignan a diario en las redacciones y a las zonas donde la gente está muy lejos del brillo de las cachas de oro, aunque muy cerca de sus efectos.