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La historia de Ina “En mi vida todo fue solo drogas”;Era algo perfecto. Siempre estaba fumando y andaba yo sola por los lugares que yo quería”

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Los Mochis, Sinaloa.- La conocen por Ina y no teme decir que es una drogadicta en recuperación.

La rebeldía y la soledad la encaminaron al consumo de sustancias ilícitas en la preparatoria. Al ser hija de padres separados, su mamá trabajaba todo el día, su hermano estudiaba en Culiacán y su única compañía, su abuela, quien ya murió.

“Yo quedé sola en mi casa. Vivía en un rancho y me fui a estudiar a la ciudad. Conocí gente, salí a fiestas y empecé a fumar mariguana a los 17 años”, relata Ina.

Desde entonces, su vida se llenó de excesos, al volverse adicta a los cigarros de mariguana. Su mamá nunca se dio cuenta. “Era algo perfecto. Siempre estaba fumando y andaba yo sola por los lugares que yo quería”, recuerda.

Su adicción era tanta que llegaba a consumir hasta 30 cigarros diarios. Así transcurrió su vida durante tres años, entre cigarros y conocer gente nueva que le enseñara nuevas técnicas para fumar.

Siguiente paso.

Al ser mujer, le fue increíblemente fácil conseguir los cigarros y ocultarlos. Sus problemas empezaron cuando llegaron las píldoras a su vida. “Se descontroló todo, tenía problemas porque le robaba a mi mamá. Me internaron cuando tenía 19, pero me escapé y me fui de la casa. No quería hacer otra cosa más que drogarme”, platica. Aunque la mariguana la hacia feliz, las pastillas la hacían escapar de la realidad.

“De hecho, las pastillas son las drogas que más me gusta porque combinadas con el cristal, perdía el control y no sabía lo que hacía”.

Aún con una sonrisa en la cara recuerda que luego del efecto de la droga, aparecía en un lugar y no sabía cómo había llegado ahí, donde mantenía relaciones sexuales con desconocidos.

“Hacía cosas que en mi estado normal nunca hubiera hecho. Con el cristal perdía el control y me era fácil, con las pastillas se te olvida lo que hiciste”, agrega.
Los efectos.

Entre los efectos de la droga sobre ella, estaban las ganas por robar y por dañar a otras personas. Incluso un día despertó en el hospital sin saber lo que había pasado. Un amigo cayó en la cárcel, otro en barandillas y otro más estaba sumamente golpeado.
“Casi nos matamos y yo no me di cuenta. Lo sé porque mis amigos me lo contaban”, asegura.

Aunque nunca le ha gustado robar, sentía un deseo por hacerlo. Llegó a meter droga a Estados Unidos y se quedó dormida en la línea, razón por la que pasó un mes en la cárcel. A diferencia de otras personas, quienes tienen una historia triste de trasfondo, ella siempre ha contado con el apoyo de su familia, nunca le ha faltado nada en su casa y nadie la ha obligado a nada. Todo ha sido su decisión.
Rehabilitación.

En una de sus tantas ocasiones drogada se acercó a su mamá lamentando no tener nada que regalarle un 10 de mayo, y lo único que le pidió su madre como obsequio fue que se internara.

“Yo ya me sentía muy mal. Ya habían matado a un amigo y uno siente que puede pasarle algo, por lo que decidí que iba a pararle un rato. En el fondo no quiero estar ahí”, confesó. Actualmente tiene dos años sin drogarse, aunque se escapó en una ocasión. Acepta que es un a lucha difícil, pero tiene las ganas de salir adelante. 

 

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