Cuando sus hijas de cuatro años visitan a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en el Cefereso 9 de Ciudad Juárez piensan que están en una escuela, le cantan y le bailan, pero siempre rodeadas de hombres encapuchados.
Emma Coronel Aispuro siente cómo los hombres le “respiran a un lado” en el cuarto de unos dos metros cuadrados donde platica con quien asegura antes era alegre y ahora observa “triste, calvo y como sedado”, narró la esposa del capo de Sinaloa.
Joaquín Guzmán Loera llegó la madrugada del 7 de mayo al Cefereso 9, ubicado en el desierto de la frontera, donde figuró como uno de los hombres que encabezaron la guerra entre los cárteles de la droga.
Desde entonces está rodeado de militares, federales y custodios del penal. Desde la carretera Panamericana existen 18 filtros para poder llegar a él, pero solo lo han logrado sus abogados, su esposa, sus hijas y sus hermanas, personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER) y quienes se encargan de vigilarlo.
La vigilancia es rígida para quien ha burlado en dos ocasiones las cárceles de México, y quien es pedido por dos cortes de distrito de Estados Unidos.
Todos los días lo levantan a las 6 de la mañana, las 24 horas es vigilado por cámaras de seguridad y guardias encapuchados, frente a quienes se baña y hace del baño. Y le pasan continuamente lista durante el día, aseguró su esposa.
De acuerdo con la ex reina de belleza de 27 años de edad, el aislamiento y continua vigilancia personal le mantiene en tensión constante, por lo que padece de estreñimiento, dolores de cabeza, insomnio, presión alta y depresión.
Mientras sus abogados esperan la suspensión definitiva o su extradición a Estados Unidos, Guzmán Loera está “muy deprimido, muy decaído, está adelgazando y ya se le está cayendo el cabello”, argumentó.
Para Emma Coronel Aispuro es difícil ser la esposa de El Chapo, “es difícil serlo ahorita y verlo sufrir, por la cuestión de la extradición y ver que no puedes hacer nada, eso es difícil… o estar en un lugar donde corras peligro… no poder hacer nada, o lo haces pero a fin de cuentas no avanzamos en nada”.
Sus visitas al penal federal dur“Que pongan otra cámara, no importa, más –cámaras–; pero retírense un poquito, esas cuestiones de que no parpadeen ni cuando está haciendo del baño”n 45 minutos y se realizan en una pequeña habitación donde siempre están tres custodios encapuchados, con cámaras en la frente. Uno de ellos anota toda la conversación.
Afuera del cuarto hay tres hombres más, uno de los cuales les recuerda cuánto tiempo le resta a la visita.
“Que pongan otra cámara, no importa, más –cámaras–; pero retírense un poquito, esas cuestiones de que no parpadeen ni cuando está haciendo del baño”, pidió la mujer que decidió salir a dar la cara por él en ambos países.
Cuando sus hijas lo visitan, El Chapo les pide que canten o bailen y empiezan a hacerlo, pero los hombres encapuchados “las intimidan, yo siento; ellas no me dicen ni le dicen, pero se ve y se siente cómo les intimida no estar nosotros solos, sentir que hay alguien más que ellas ni conocen y aparte tienen tapada la cara”, señaló.
Ellas no saben que su papá está detenido, piensan que van a verlo a la escuela, confesó quien dijo temer por su seguridad y la de sus hijas en Ciudad Juárez.
También teme por la vida de su esposo, “siempre estamos pensando que corre peligro, más que nada que se pueda morir de una depresión, de que se le suba la presión, de cómo se está viendo anímicamente, no peligro de que alguien le vaya hacer algo, sino de cómo lo tienen”, y “sea quien sea él tiene derechos”, apuntó.
Y es que luego de que hace un año escapó del penal del Altiplano por un túnel que construyó en el baño, para las autoridades su vigilancia se ha convertido en cuestión de seguridad nacional.
“Nadie le habla, él dice ‘necesito esto’ y ellos lo anotan y se van. Le tratan rígido, no bien, pero no lo maltratan tampoco físicamente”, dijo Coronel.
Cuando lo visita el capo habla en voz alta para que lo escuchen los custodios, “dice que siente como que la cabeza le da vueltas, es el mismo medicamento, –y– que no habla con nadie”, comentó la madre de sus hijas más pequeñas, quien recordó que antes era de carácter era muy alegre y “muy buena persona”.
“–Eduardo– Guerrero dice que no está en un spa, pero entonces él nunca ha ido a un spa, porque en un spa te dan masaje, te ponen facial”, dijo la mujer sobre las declaraciones que ha hecho el comisionado del Órgano Administrativo y Prevención de Readaptación Social del Gobierno federal.
Para la joven sinaloense, El Chapo es la carta bajo la manga del Gobierno mexicano, por lo que teme que lo extraditen de manera ilegal a Estados Unidos, pero no sabe qué pasaría con las visitas en el vecino país.
Por su parte, el funcionario federal ha asegurado a los medios nacionales que el estado de salud de Guzmán Loera es “perfecto”.
Si se le cae el pelo por su edad y que incluso pesa un kilo más, dijo en entrevista con Ciro Gómez Leyva, de Radio Fórmula.
Hace unos días declaró también al Washington Post que el capo tiene libros como “Don Quijote de la Mancha”, de Miguel Cervantes Saavedra, un ajedrez y una televisión.