Café, saludos de manos y plomazos, así ejecutaron en Chiapas al hermano de la FGR en Guanajuato que logro sobrevivir a atentados en 2022 y 2023
El abogado Rafael Arturo Vila, hermano del delegado de la Fiscalía General de la República (FGR) en Guanajuato, Alejandro Vila, fue asesinado a balazos en una cafetería del Municipio de Pichucalco, en la zona norte de Chiapas.
Imágenes de cámaras de seguridad captadas a las 21:56 horas del dia de ayer,muestran al hombre que llevaba un sombrero, entrar al establecimiento, saludar a la víctima con un apretón de manos y, poco después, accionó un arma de fuego para luego huir.
Café con pólvora en Pichucalco
En Chiapas como en Guanajuato,donde la vida no vale nada,puede valer menos que un café americano.
Rafael Arturo Vila, abogado y hermano de Alejandro Vila —delegado de la Fiscalía General de la República en Guanajuato— lo despacharon a tiros en un lugar tan cotidiano como “The Italian Coffee”, en Pichucalco. Un apretón de manos, dos palabras triviales y luego la pólvora: ejecución de manual, sin máscaras ni prisa. Así de fácil desaparecen las vidas en un país que se acostumbró al plomo como si fuera parte del menú.
El verdugo vino desde Tabasco, y también allá se refugió después de cumplir el encargo. No fue un comando, ni una emboscada de película: un solo hombre, con sombrero, entró, saludó, disparó, salió.
El fiscal chiapaneco, Jorge Luis Llaven Abarca, dice que no habrá impunidad. ¡Vaya novedad! Declaran lo mismo cada vez que cae alguien acribillado bajo la falsa promesa de que esta vez sí, esta vez “hasta las últimas consecuencias”. La realidad: estadísticas maquilladas, investigaciones eternas, carpetas abiertas con destino archivador.
Y ojo: Vila no era novato en la ruleta rusa mexicana. En 2022 ya había probado el filo de un atentado y en 2023 sobrevivió, a duras penas, a un ataque armado mientras iba con su esposa en una camioneta blindada. Como si el destino no se cansara de recordarle que aquí no hay blindaje contra la impunidad ni chaleco antibalas contra un Estado fallido.
Lo ocurrido en Reynosa debería résonar como eco irónico: ahí, los balazos fueron indiscriminados contra cualquier transeúnte. Aquí, en Pichucalco, el mensaje fue quirúrgico, directo: nadie está a salvo, ni siquiera los que presumen de conexiones con la FGR.
La rutina macabra ya no sorprende: café, saludo, disparo, cuerpo al suelo. Y el asesino desaparece entre estados como quien cruza de una colonia a otra. Mientras tanto, la Fiscalía promete y promete como cura milagrosa que nunca llega.
En palabras crudas: matan a quien quieren, donde quieren, cuando se les pega la gana. Y lo saben. Porque en México, la verdadera garantía constitucional se llama impunidad, ahora con mucha inteligencia y coordinacion…del crimen.