Decidió quedarse cuando todo corrieron, tras quebrarse al jefe y Policías se fueron todos pero ella fue la única que decidió quedarse
La historia de esta joven policía no solo es relevante por su contexto, sino porque nos recuerda que la valentía no es ausencia de miedo, sino la decisión de actuar a pesar de él. Su resistencia es un faro en medio de la oscuridad que vive su aguerrido municipio y una inspiración para quienes aun creen en la posibilidad de un país más justo y seguro en medio de la desesperanzarla complicidad y el sempiterno yerro gubernamental.
Tiene 28 años, es indígena, de complexión delgada, y es la única mujer policía en Igualapa, Guerrero, que decidió no abandonar su uniforme ni a su comunidad, pese a las amenazas de un grupo criminal que busca apoderarse del municipio. Su historia, marcada por la valentía, transcurre entre el miedo y la fe.
Cubierta con un manto negro, entra al santuario del Señor del Perdón, uno de los más venerados del estado, para encomendarse y pedirle a Dios que la deje volver con vida a casa. Forma parte del escaso cuerpo de seguridad municipal que aún opera en Igualapa: cinco elementos —incluido el director— que protegen a más de 15 mil habitantes y a 13 comunidades rurales.
“No podemos dejar solos a los nuestros. Hay que defenderlos, cueste lo que cueste”, afirma con serenidad, empuñando un arma larga terciada sobre su cuerpo.
El municipio, enclavado en la zona montañosa de la Costa Chica, ha dejado de ser un refugio de paz. Cada año recibe más de 500 mil peregrinos que le rezan al Señor del Perdón, pero desde hace semanas sus calles lucen vacías, con negocios cerrados y familias recluidas por miedo. La violencia lo ha convertido en un infierno.
La mujer, con el rostro cubierto, porta un fusil automático mientras recorre los pasillos del ayuntamiento de Igualapa.
El inicio de la crisis
Antes del 27 de junio, la policía municipal estaba integrada por 21 elementos. Pero ese día, un ataque armado dejó cuatro agentes muertos. Al día siguiente, 11 de sus compañeros desertaron. Sólo quedaron el director de Seguridad Pública, el teniente coronel retirado Bernardo Celestino López, y cinco policías —ella entre ellos—.
Desde ese día, el miedo se apoderó del pueblo. Incluso comenzó a circular entre los habitantes la versión de que se había impuesto una especie de toque de queda. Sin embargo, el teniente coronel lo desmiente categóricamente. “Por ahora no hay toque de queda”, afirma en entrevista con La Silla Rota. “Contamos con el respaldo del Ejército, la Guardia Nacional y la Policía Estatal para mantener la seguridad”.
Vista aérea de Igualapa, donde la violencia ha obligado al cierre de comercios y mantiene a la población bajo un clima de temor constante.
El funcionario sostiene que no permitirán que un grupo delictivo se apodere de Igualapa. Sin embargo, reconoce que las amenazas son constantes y que enfrentan una situación crítica. Desde la llegada del alcalde Alfredo González Nicolás -emanado de un partido político local-, grupos criminales comenzaron a hostigar al gobierno local. La presión fue directa: buscaban tomar el control de la Policía Municipal.
Pero hubo resistencia. Gracias a operativos municipales, se desmantelaron al menos dos campamentos clandestinos. La respuesta del crimen fue inmediata y letal.
Un elemento militar resguarda el ayuntamiento de Igualapa.
El infierno comenzó
El 11 de junio, un grupo armado asesinó a Pablo Martínez López, alias “La Yegua”, escolta del alcalde. El 23, un agente ministerial de la Fiscalía de Guerrero fue ejecutado cuando iba a cumplimentar una orden de aprehensión. El 27, ocurrió la emboscada que cambió todo.
En el kilómetro 200 de la carretera Acapulco–Pinotepa Nacional, a la altura de San José Las Palmas (Cuautepec), civiles armados atacaron a policías de Igualapa. Tres agentes y el subdirector de la corporación murieron. El subdirector había acudido a una reunión de la Mesa para la Construcción de la Paz.
Patrulla emboscada en la Acapulco–Pinotepa Nacional, ataque en el que murieron cuatro policías de Igualapa.
Tras el ataque, 11 de los 15 policías que quedaban renunciaron. Sólo cinco se mantuvieron firmes, entre ellos la mujer policía que se ha convertido en símbolo de resistencia.
Una mujer que no se rinde
Ella pudo haberse ido, como sus compañeros. Pero decidió quedarse. “Mi comunidad me necesita”, dice. Y aunque sabe que la amenaza es constante, no piensa retroceder. Su presencia es hoy un ejemplo para un municipio donde no hay nuevos aspirantes para ocupar los cargos vacantes en la policía.
En respuesta, el gobierno del estado ha desplegado refuerzos. La detención de Alfredo “N”, alias “El Moro”, presunto líder criminal, y el abatimiento de Luis Maldonado, alias “El Chino”, han sido parte de las acciones más recientes para recuperar el control.
Pero el miedo no se ha ido. Las calles están desiertas, las familias permanecen encerradas y la vida cotidiana se ha detenido. Aún así, la joven policía sigue patrullando, sigue rezando, sigue resistiendo.
La agente forma parte del reducido cuerpo de seguridad del municipio.
¿Por qué este tema es importante?
Contexto: la crisis de violencia contra cuerpos de seguridad en México sigue en ascenso. Tan solo en la última semana de junio —del 27 de junio al 3 de julio— al menos 13 policías fueron asesinados, revela el informe más reciente de Causa en Común. Esto eleva a 212 el total de agentes caídos en lo que va de 2025, un promedio de uno por día.
El caso más grave fue la emboscada contra policías municipales de Igualapa, en la que cuatro agentes perdieron la vida, entre ellos el subdirector de Seguridad Pública.
Los casos documentados por Causa en Común incluyen también asesinatos de policías en Sinaloa, Veracruz, Michoacán y Baja California, estados que concentran los niveles más altos de violencia armada contra fuerzas del orden. En Guerrero, los homicidios de policías representan casi la mitad de los registrados esta semana a nivel nacional.
La organización advirtió que la violencia contra policías ha aumentado un 37% respecto al mismo periodo de 2024, y que la mayoría de los casos corresponden a ejecuciones directas, emboscadas o ataques en días de descanso.
Desde la trinchera de municipios como Igualapa, donde los elementos operan sin garantías ni condiciones mínimas, se refleja el abandono institucional que sufren los policías en muchas regiones del país.