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En la mente de El Chapo Guzmán las cosas no salieron como el las pensaba –Hola, Joaquín ¿Cómo estás el día de hoy? –Ah, muy bien; ¡muy contento!

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En la mente de El Chapo Guzmán las cosas no salieron como el las pensaba –Hola, Joaquín ¿Cómo estás el día de hoy? –Ah, muy bien; ¡muy contento!

Y el temor más grande del “Chapo” se hizo realidad…

–Hola, Joaquín ¿cómo estás el día de hoy?

–Ah, muy bien; ¡muy contento!

–¿Y eso? –le pregunta Mónica Ramírez Cano, quien se preparaba para iniciar una de tantas entrevistas que, como encargada de realizar el perfil criminal del otrora considerado narcotraficante más poderoso del mundo, tuvo con Joaquín Guzmán Loera.

–Pues contento porque ya vinieron autoridades “del otro lado” para explicarme lo de la extradición –le contestó El Chapo, mientras se fraguaba su destino jurídico.

–¿Cómo? ¿Y qué tal te fue?

–Muy bien, no tengo ninguna imputación directa, así que me explicaron que me echaría en la cárcel de unos ocho a 10 años, así que acepté la extradición; voy a negociar porque aquí –en México– no puedo hacer nada.

–¿Estás seguro? –insistió Mónica, a quien el capo una vez le diría que, aunque él era poco de temer, sí le daba miedo la oscuridad; también, quedar encerrado de por vida sin volver a ver a sus gemelas Ana Joaquina y Emaly Guadalupe, así como a su esposa Emma Coronel.

–Sí –insistió El Chapo–, me dio gusto lo que me dijeron.

–Joaquín ¿Sabes cómo funciona la DEA? ¿Te lo explicaron?

–Sí, y me dijeron eso: que máximo unos ocho o diez años, así que acepté mi extradición.

–Pero Joaquín, anduviste huyendo por más de 14 años para evitarla, y además te fugaste para evitarla. ¿Entonces?

–Pues ya me decidí, les dije a mis abogados que promovieran la extradición. Si al principio no quería porque me decían que iba a pasar toda mi vida encerrado sin poder ver ni a mi mamá, a mis cuatas, a mi mujer, sólo en un hoyo casi sin ver la luz…

—¿Quién te decía eso?

—Mis abogados

—Buenos, si ya lo decidiste y vas a negociar con los gringos, respeto tu decisión.

—Sí, estoy contento—, concluyó “El Chapo”, antes de alistarse para la sesión, con la certeza que pactaba un futuro alejado de su mayor temor. 

 Fragmento de una de las pláticas que sostuvo Mónica Ramírez con "El Chapo" Guzmán. 

¿CÓMO ES PLATICAR HORAS CON ‘EL CHAPO’?

La conversación la recuerda Mónica Ramírez Cano, psicóloga, criminóloga y perfiladora criminológica que, como ningún otro, pasó muchas horas con el otrora líder del Cártel de Sinaloa en el Penal de Máxima Seguridad de La Palma, en el Estado de México, tras su tercera y última recaptura, antes de ser extraditado. Aquellas palabras del narcotraficante le resuenan ahora que los jueces del Segundo Circuito de Nueva York rechazaron la apelación de los abogados de Joaquín Guzmán con la que intentaban reducir la cadena perpetua a la que fue sentenciado. El temor del “Chapo”, con el revés de los jueces, se hace realidad: el encierro hasta el fin de sus días.

“Al inicio de nuestras pláticas (tras su ingreso al penal) él comentaba que no quería que lo extraditaran, que de hecho estaba haciendo todo lo posible por evitar la extradición, que no le parecía porque sus abogados le comentaban que iba a estar encerrado prácticamente todo el tiempo, sin ver la luz del día, sin ver a su familia, sin ver a sus hijas, a su madre, a su esposa… porque para él era muy complicado no ver a su familia”.

Pero ya al final de sus encuentros, “El Chapo” creía que ser extraditado era la forma de recuperar la libertad en la vejez –ahora tiene 64 años–.

“Estoy satisfecho porque no tengo ninguna imputación directa”, recalcó “El Chapo”, crédulo de la opción que, decía, le planteaba el gobierno estadounidense. “Van a ser de ocho a 10 años en prisión; entonces, sí, sí me quiero ir”, le dijo de nuevo; irreversible su decisión.

Lo que le motivaba, dice la especialista a EMEEQUIS, es que al ser pocos años recluido, podría retirarse del narcotráfico para cumplir el anhelo que tenía en ese momento de su vida: ver crecer a sus “cuatitas”.

Ausente como había sido con Jesús Alfredo, Iván Archivaldo –hoy acusados de distribuir cocaína, heroína y marihuana desde México a Estados Unidos– Alejandra Giselle y César, de su matrimonio con María Alejandrina Salazar Hernández, así como Joaquín y Ovidio –acusados por EU de conspiración para traficar cocaína–, Griselda Guadalupe y el fallecido Edgar, que procreó con Griselda López Pérez, al “Chapo” le pesaba no haber estado en la infancia de sus hijos ni verlos crecer, porque, aducía, el riesgo lo cercaba por la rivalidad entre cárteles, a la par que edificaba su imperio criminal. Ese error no lo quería cometer de nuevo con sus gemelas, a las que adoraba.

“Yo trabajé con un Chapo ya cansado, ya con deseos de retirarse del negocio, de disfrutar a sus cuatas, de disfrutar a su esposa, a su mamá, a sus otros hijos, y eso era lo que le motivaba; finalmente, que por más que le dieran 15 años (como le habían prometido los emisarios del gobierno de Estados Unidos), con las reducciones de condena (sólo) iba a pasar en la cárcel entre ocho y diez años.

“Él estaba muy motivado por esa razón en particular: por ver a su familia, por ya estar libre para disfrutar el tiempo con ellos”, remarca la criminóloga Ramírez Cano.

 “JOAQUÍN… ¿ESTÁS SEGURO?”

Lo que Guzmán Loera creía es que conseguiría un acuerdo con el gobierno estadounidense, como lo han hecho otros líderes de grupos criminales, incluso algunos que testificarían en su juicio, como Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, hijo de Ismael Zambada, “El Mayo”, y José Reynaldo Zambada García, “El Rey”, que también integraron el Cártel de Sinaloa.

La posibilidad para “El Chapo” era acogerse al programa de testigos protegidos y proporcionar información sobre el entramado del tráfico de drogas, que, como señalaron tanto “El Vicentillo” como “El Rey” en el denominado Juicio del Siglo en el que fue sentenciado a perpetuidad Joaquín Guzmán, ha operado con la corrupción de funcionarios mexicanos en el primer orden de gobierno.

“Él pensaba que podría hacer alguna negociación con autoridades norteamericanas, cosa que no estaba sucediendo aquí en México. Como me lo dijo a mí: ‘aquí en México no hay manera, entonces voy a negociar con el fiscal o con las autoridades del otro lado para mi condena’”, recuerda la psicóloga.

Ramírez Cano menciona que, al principio, “El Chapo” estaba conforme con la cárcel a la que el gobierno mexicano determinó enviarlo, y que su principal angustia era ser llevado a Estados Unidos.

Lo que más temía el otrora capo, y se lo expresó a la criminóloga cuando conversaban previo a las sesiones, era el encierro total; le aterraba la posibilidad de que ya no pudiera ver a su familia por “estar privado de su libertad en un lugar en el que ni siquiera pudiera ver la luz”.

Por esta razón, cuando “El Chapo” le dijo a Mónica que aceptaría la extradición, ella le insistió: “¿estás seguro?”, porque, desde que empezó a tratarlo, esa había sido una opción que preocupaba al oriundo de la comunidad de La Tuna, en Badiraguato.

“A título personal, lo único que yo quería es que él estuviera seguro de la decisión que estaba tomando. Ya sea que la estuviera tomando con sus abogados o parte de la asesoría de sus abogados, lo cual no sé, desconozco, no me consta, pero lo que sí, a donde iba mi pregunta de ‘Joaquín, ¿estás seguro?’, era el hecho de pensar, insisto, a título personal, que él tuviera todos los elementos necesarios para tomar una decisión de esa naturaleza, cuando anduvo fugitivo 14 años, y se fugó no una, sino dos veces, precisamente por el hecho de no querer que lo extraditara”, recuerda. 

El propio Guzmán le dijo que si había buscado la forma de evadirse dos veces de las cárceles –según el FBI planeaba la tercera con ayuda de Emma Coronel– es porque estaba cerca la extradición.

“Él me comentó que precisamente las fugas (primero de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, en 2001, y después del Altiplano, en 2015) era porque no quería que se lo llevaran al otro lado; que esa fue la única razón por la que se fugó”, afirma.

La especialista insiste en que el Joaquín Guzmán que conoció ya era una persona cansada, que, le repetía, buscaba desafanarse del “negocio”, para hacer una vida con sus gemelas.

“Ya en la última etapa de su vida ya fue cuando a mí me tocó trabajar con él. Insisto, ya me tocó trabajar con un ‘Chapo’ cansado, con un ‘Chapo’ que ya se quería retirar porque él mismo reconocía que andar huyendo de un lado a otro, como lo hizo durante 14 años, pues no era vida; él me expresó que ya estaba cansado, que ya quería pasar tiempo con esposa, con sus cuatas, y verlas crecer, cosa que no había podido hacer con sus otros hijos”, remarcaba el capo.

También, añadía, quería vivir en el retiro con su madre y reunir a toda su familia. Lo que más repetía, dice la perfiladora criminológica, era esa sensación de cansancio, además de que el temor igualmente hacía lo suyo, por la escalada de violencia entre cárteles.

Joaquín Guzmán Loera "El Chapo" al ser trasladado de Ciudad Juárez a Nueva York en 2017. Foto: Cuartoscuro.com.

LA AMENAZA DEL “MENCHO”

Si bien el encierro perpetuo y estar lejos de las personas que quería era su temor más grande, en libertad, sentía las balas cerca por la lucha encarnizada entre rivales. Específicamente, había uno que le preocupaba: Nemesio Oseguera Cervantes, por la manera sanguinaria en la que incursionó en el negocio de las drogas.

“Temía perder su vida o que le pasara algo a su familia (…) En el narcotráfico (decía) ya no eran las mismas (condiciones) que cuando él empezó. Venía, o viene, un Cártel Jalisco Nueva Generación muy fuerte, pisándole los talones, y se estaba recrudeciendo la violencia en el país. Definitivamente como criminóloga puedo decir que las condiciones no son las mismas en las que él empezó y desarrolló todo su imperio de narcotráfico a las que teníamos en el momento en que él estaba en la cárcel.

“Había un cambio drástico y por eso ya se estaban haciendo cargo del negocio, no sólo del Cártel de Sinaloa, sino también de otros grupos delincuenciales, pues los hijos; entonces, eso cambiaba ya totalmente las reglas del juego”, menciona.

“El Chapo”, recuerda, no hablaba mucho del Cártel al que perteneció y se restaba valor como “el mayor narcotraficante del mundo tras la muerte del colombiano Pablo Escobar”, como aseguró Estados Unidos. Él, incluso, decía que su detención era irrelevante para un negocio en el que los cimientos no se derrocan con aprehender al líder de un cártel.  

“Fue poco lo que hablamos sobre la operación de su organización, no tengo mucho detalle al respecto, lo único que sí te puedo decir es que él me comentó que la gente que consumía su producto lo hacía porque quería, que era una decisión propia, y que no iba a mermar en lo absoluto, pero ni tantito, el hecho de que él estuviera en la cárcel, porque ese era un negocio que iba a continuar por sí solo, y también a manos de otros grupos delincuenciales, entonces él no veía como una gran diferencia que estuviera preso”, refiere la especialista.

Así, Guzmán Loera vaticinaba la continuidad de los grupos dominantes, la emergencia de otros y la perpetuidad del narcotráfico.    

SUS MIEDOS DE NIÑO

En principio, cuando ingresó al penal, lo que más preocupaba al “Chapo” de la extradición era estar en una celda sin luz y sin poder ver a nadie. La ausencia de luz se vinculaba a otro de sus temores, que una vez le explicó a su perfiladora criminalística.    

“Cuando estaba yo chiquillo, debíamos atravesar el patio trasero para ir al baño. El patio trasero tenía en un costado una fuente. Bastó para que un día que salí en la noche todo despreocupado, algo se cayó en la fuente. Me dio tal susto que me quedé espantado. Luego tenía que ir acompañado al baño y ya en las noches no salía”, le contó el capo, quien dijo haber salido “echo bala” para su casa por el miedo.

Esta anécdota es parte de pláticas fuera del contexto de confidencialidad, opiniones y experiencias de Ramírez Cano con Guzmán Loera, quien tenía una frase “los hechos son los que nos recomiendan”.

“El Chapo”, ha dicho la especialista cuando la han cuestionado sobre la dualidad de un hombre letal con sus enemigos y amoroso con sus hijas y su esposa, “fue violento, pero también es un padre amoroso y gran amante”. No, afirma, un psicópata en toda la extensión de la palabra, aunque sí una persona con Trastorno Antisocial de Personalidad.

“Desconozco quién le habrá dicho que recibiera a las autoridades norteamericanas para que le platicaran de qué se trataba esto de la extradición y, finalmente, bueno, ahí es cuando ya él acepta (los trámites)”, señala nuevamente sobre la decisión que, considera, fue la “sentencia de muerte” de Joaquín, porque era su mayor temor.

El día que recibió su condena el propio “Chapo” alegó ante el juez Brian Cogan: “Cuando fui extraditado a Estados Unidos esperaba un juicio justo. Lo que pasó fue lo opuesto”.

El tribunal de apelaciones que rechazó la petición de los defensores del exlíder del Cártel de Sinaloa consideró justificadas las condiciones de reclusión, que incluyen 23 horas diarias de encierro y restricción de visitas, por las dos fugas del “Chapo”; la última, por un túnel de un kilómetro y medio de largo que se cavó hasta su celda.

“El historial de Guzmán de sobornar funcionarios de la prisión, dañar a los testigos que cooperaron, escapar de la prisión y continuar manejando su empresa ilegal desde la cárcel fueron bases válidas para que el gobierno buscara su segregación”, indica el fallo de apelación, a cargo del juez Joe Newman.

 

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