María, quien durante su juventud fue prostituta de Los Zetas, relató cómo conoció a Omar Treviño Morales, alias el Z-42, famoso por la cruenta batalla que sostuvo con otros grupos criminales que tiñeron de sangre estados como Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León.
En marzo de 2015, el Z-42 fue detenido y acusado de delincuencia organizada y portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército; además, fue señalado como el responsable de más de mil ejecuciones, producto de la disputa con otras organizaciones criminales.
Pese a su carácter violento, el líder de Los Zetas tenía una debilidad por las mujeres jóvenes, por lo que se relacionó con María, una de las pocas sobrevivientes a la esclavitud sexual del grupo criminal.
En 2016, el columnista de El Universal Héctor Mauleón refirió que María, originaria de Cuba, fue explotada por Los Zetas en la zona de tolerancia de Reynosa.
Durante una entrevista, María detalló que fue vendida al grupo criminal por su pareja, un regio llamado Guillermo. Tras llevarla con engaños a una casa elegante ubicada en el municipio de San Nicolás de los Garza, solo le advirtió que hiciera lo que le ordenaran:
Aquí vas a trabajar. Yo voy a venir todos los días por la cuota. No abras la boca y haces lo que te digan”
En el lugar, María no tardó en descubrir que las faltas eran castigadas a golpes y a veces con la muerte. En varias ocasiones atestiguó cómo hombres armados sacaban cadáveres de mujeres envueltos en sábanas.
Además, notó que con frecuencia los mafiosos llevaban a la casa a menores de trece o catorce años que secuestraban de otros lados.
Según su testimonio, cada que llegaba ‘carne fresca’ mandaban al resto de las mujeres a otros sitios, por lo que después de algunos años ella fue enviada a San Juan del Río, donde conoció a Mónica Mendoza Reséndiz, famosa enganchadora de niñas, que más tarde se convertiría en líder de las trabajadoras sexuales en Querétaro.
Posteriormente, María fue enviada a Reynosa, donde estuvo a cargo de un hombre violento y despiadado apodado El Catracho, quien era el encargado de recibir las cuotas.
En ese lugar, además de relacionarse con los jefes de Los Zetas, como Miguel Treviño Morales, el Z-40, y Samuel Flores Borrego, el Metro 3, María relató que muchos miembros del grupo criminal no podían resistirse a sus encantos; entre ellos, el Z-42:
Yo era bonita, talla tres. Me habían puesto pechos. Muchos me buscaban. Me buscó el Z-42, lo conocí bien”
María recordó que fue durante una fiesta que vio por primera vez al Z-42:
Un día nos llevaron a una fiesta en un rancho de Allende. Drogas, baile, todo. Ahí estaba él. Tenía la mirada ida, tatuajes en los hombros, el pecho, la espalda. Me escogió a mí”
Sin embargo, ser esclava sexual de Los Zetas no era una tarea sencilla, pues el consumo de drogas los hacía impredecibles:
Los Zetas primero son alegres y amables. Luego se amargan y vienen los golpes. Una vez me tiraron los dientes a patadas”
María declaró que en aquella época Los Zetas eran dueños absolutos de Reynosa; ninguna autoridad los perseguía, al contrario, los cuidaban. También eran dueños de las mujeres; las mataban o las vendían.
Pese a su poderío, el Cártel del Golfo se apropió poco a poco de Reynosa y los jefes de Los Zetas fueron detenidos o asesinados.
El Z-40 fue capturado en 2013, y el Z-42 fue detenido en marzo de 2015, solo dos años después de haber asumido el control absoluto del grupo criminal, por lo que el Metro 3 se adueñó de varios congales en la zona de tolerancia.
Sin especificar su edad, María señaló que ya había envejecido cuando Roberto Saavedra Santana, alias el comandante Chiricuas, nuevo jefe de plaza, le dio 30 mil pesos y le dijo:
Haga su vida. Váyase”
Tras salir con vida de las garras de Los Zetas, María se unió a una iglesia cristiana y se alejó de las drogas, particularmente de la piedra, con la que se enganchó para poder resistir las jornadas impuestas por sus explotadores, en las que tenía que complacer de 30 a 40 clientes por noche.
María reconoció que, a pesar de las terribles cosas que presenció y los maltratos de los que fue víctima, corrió con suerte, pues muchas mujeres que cayeron bajo el dominio del grupo criminal nunca regresaron a sus hogares.