La naturaleza depredadora de los Zetas les acabó cobrando la factura. Dependían mucho del robo, el secuestro y la extorsión.
Los Zetas son tema esta semana.
Un reporte de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas, elaborado con testimonios rendidos en tribunales estadounidenses, hace un recuento sobrecogedor de la historia de esa banda, particularmente en el estado de Coahuila.
En particular, se describe a detalle la red de protección de los Zetas. Según los testimonios recogidos, tenían gobernadores en la nómina. Tenían cómplices en cada una de las fuerzas de seguridad. Tenían, en el descriptivo título del reporte, el control sobre todo el estado de Coahuila y actividad en muchos otros.
Tenían. Ya no tienen, al menos no en la misma medida. Los Zetas como organización nacional, con estructura jerárquica, con liderazgo identificable, con tesorería centralizada, han dejado de existir. Persisten muchos grupos que se identifican como zetas y actúan como zetas, pero ya no son los Zetas, así con mayúscula.
La decadencia de la banda ha sido casi tan espectacular como su ascenso. ¿Qué la explica? No lo sé del todo, pero van algunas teorías: