A estas alturas será bastante difícil que la Procuraduría General de la República logre no solo capturar a los gatilleros que participaron en la emboscada al grupo de militares, sino que además en caso de presentarlos ante los jueces puedan ser vinculados a proceso por la emboscada, como el sábado quedó constancia de ello.
Y es que, como ya se había anticipado, el Ejército y la Marina junto con la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) solo vinieron a Sinaloa a golpear el panal de abejas, realizando ruidosos operativos y sacudiendo a las corporaciones policiacas, pero ya pasó casi un mes, y las pruebas o testigos posibles de desvanecen, no aparecen por ningún lado.
Podrán detener a pistoleros del cártel de Sinaloa, sí, pero procesarlos por otros delitos, como portación de armas de fuego o drogas o delincuencia organizada. El caso del homicidio de los 5 militares sólo despide un tufo a impunidad y propaganda por todos lados; no huele a justicia o a Estado de derecho.
¿Y cómo, si para dar con los criminales usan las mismas barbáricas técnicas de investigación, de allanar viviendas, de golpear a sospechosos, de sitiar comunidades, de permanecer herméticos en la aplicación de justicia?
Se podrá decir que las manifestaciones de los habitantes de la comunidad de Paredones en Culiacán fueron pagadas por miembros del crimen organizado, como suele suceder, pero no quiere decir que se deba dejar de vigilar el actuar de las Fuerzas Armadas, tan dadas a la violencia cuando vagan como animal herido.
En los claroscuros del poder, el golpe mortal a la SEDENA le representó también la oportunidad de alzar la moral y el prestigio de una institución militar que en las últimas décadas –y sobre todo en el sexenio peñanietista- su imagen se había venido desmoronando, con hechos como el de Tlatlaya, Ayoztinapa u otros tantos en Sinaloa, donde víctimas inocentes perecieron bajo el fuego de la milicia.
Nadie aquí es héroe. El gobierno federal nos quiere presentar una lucha que es la suya, pero no la de los ciudadanos de a pie, que todos los días se enfrenta a la violencia cotidiana de ejecutados y “levantados” por el narco.
Es en este punto donde se puede plantear la interrogante, ¿si el gobierno de Peña mandó toda la fuerza del Estado para dar y castigar a los responsables de la masacre de militares, quién nos ayudará a nosotros que hemos perdido un amigo, un familiar o un hermano en esta guerra entre las bandas de narcotraficantes?
¿Es decir, que los más de 7 mil homicidios en el sexenio de Mario López Valdez no merecen “toda la fuerza del Estado” para aclararlos?
Los hijos del Chapo Guzmán se deslindan por medio de cartas del ataque al Ejército, ¿pero de los miles de muertos en Sinaloa quién se deslinda, quién se responsabiliza?
Malova culpó una vez a la mala suerte, ¿pero eso también le dirá el hombre que nunca quiso dejar de ser candidato a la pequeña Victoria Scarlet, de 3 años, que fue asesinada de un balazo en un asalto a su propio domicilio?
Desde este espacio hemos puntualizado que la violencia y el narco –intrínsecamente ligados- no terminarán debido al maridaje que existe entre delincuentes, políticos y corporaciones policiacas. Por más que vengan a decir los representantes populares y mandos policiales que no tienen ninguna relación con el narco, no podrán esconder esa verdad que yace en el fondo de las catacumbas del poder.
¿Cómo incubó el huevo de la serpiente? En un principio todos vimos a través de la cáscara ese animalito simpático que se gestaba en el interior, pero en cuanto rompió el cascarón y salió a reptar, ya era muy tarde. Así el ataque al Ejército, que vio el huevo y al animal crecer en el embrión. Ahora que quiere actuar… ya es tarde.